En la agenda pendiente
Por: Javier Arias-Stella*
Acabamos de observar una de las contiendas electorales más reñidas de nuestra historia. Competencia en la que los ataques entre las fuerzas en pugna alcanzaron niveles de virulencia extremos e innecesarios. El pueblo ha dado su veredicto y nos queda solo acatar la voz del soberano. Miremos adelante, pensando solo en lo que es mejor para el Perú. Dejemos atrás señalamientos de responsabilidades y errores cometidos. En una u otra forma todos los peruanos somos coautores de nuestro destino.
Este desconcertante panorama nos sorprende en un momento en el que el Perú, después de su largo recorrido republicano, ha alcanzado –gracias al concurso de muchos ciudadanos de ayer y de hoy, cuya identidad es mejor no intentar nominar para no caer en involuntarias omisiones– una feliz etapa de creciente maduración política, continuado desarrollo económico y saludable toma de conciencia sobre el significado de la peruanidad.
Por primera vez los sectores políticos han concurrido al objetivo de proyectar metas de acción que con racionalidad van más allá de los circunstanciales objetivos coyunturales (Acuerdo Nacional), también por primera vez sucesivos gobiernos han sido capaces de enrumbar la economía del país con un sentido positivo, teniendo en cuenta los factores de la producción y productividad, la importancia del impulso empresarial y el necesario equilibrio en el manejo de los dineros del Estado, logrando un crecimiento sostenido anual del 6% desde el año 2002, la tasa más alta entre las economías de la región.
Asimismo, “el orgullo de ser peruano” –hasta hace poco frase cliché, más que objetiva realidad– aparece como un sentimiento nacional que va generalizándose con autenticidad en individuos y colectividades. El derrotismo que ayer nos ahogaba, comienza a disiparse, la añeja tradición culinaria peruana toma ribetes internacionales relevantes y hasta en el deporte surgen figuras que compiten con éxito en el contexto mundial. Esta feliz etapa alcanzó un momento cimero y estelar con el premio Nobel y consagración literaria de nuestro primer novelista, que le ha dado al Perú un lauro cultural internacional sin precedentes.
Pero todo este promisorio panorama se ve, sin embargo, amenazado por la persistente distribución desigual de la riqueza, la lentitud en las reformas sustanciales del Estado, la presencia de personajes carentes de probidad en las esferas del poder y liderazgo, así como por la todavía débil contextura de nuestra voluntad de coordinar y concurrir en las líneas de acción más eficaces para la mejor marcha del país.
Hoy, la encrucijada en la que nos ha situado el proceso electoral exige una conjunción de voluntades donde las autoridades elegidas, los sectores políticos y todos los ciudadanos deben hacer un esfuerzo para superar las dificultades que se ciernen en el panorama nacional.
Durante el reciente proceso electoral, buena parte del debate estuvo centrado en subrayar precisamente el tema de la necesidad de inclusión y distribución de la riqueza, la falta de las reformas sustanciales del Estado, la necesidad de priorizar la educación y la salud y la persistencia del factor de corrupción.
El Acuerdo Nacional suscrito por todos los partidos políticos vigentes e incluso por el próximo presidente toca de manera específica esos temas. Existe, por lo tanto, consenso ya logrado para abordar la efectiva realización de este acuerdo sobre el que hasta ahora no se ha ejercido una verdadera decisión política.
Comenzaría bien nuestro presidente electo si disipa las dudas surgidas, haciendo suya esta hoja de ruta para su acción de gobierno.
(*) Ex Canciller De La República
Fuente: Diario El Comercio
Fecha: Lunes 13 de Junio del 2011